Enfrentar la decepción con confianza: una lección para niños de San Antonio de Padua

Cuando San Antonio era joven, escuchó la historia de cinco frailes que habían sido martirizados.  Su ejemplo lo inspiró y se unió a la orden franciscana con planes de ser misionero. Pero en el viaje a Marruecos para cumplir su sueño, Anthony enfermó gravemente y tuvo que regresar.  Esto ya debe haber sido desgarrador, pero luego su barco de regreso a casa se desvió y aterrizó en Italia en lugar de Portugal. Todavía se estaba recuperando de su enfermedad y estaba muy débil, por lo que fue destinado a una ermita rural en el norte de Italia.  ¡Que decepcion!  San Antonio había hecho planes para una vida apasionante como misionero en Marruecos y, en cambio, terminó enfermo en una ermita rural italiana.  Pero San Antonio no abandonó simplemente su vocación.  Pasó su tiempo orando y estudiando, confiando en que Dios le mostraría qué hacer a continuación. 

Lo que le pasó a San Antonio nos pasa a todos en algún momento de nuestras vidas, tenemos grandes sueños y planes, y luego algo sale mal.  Sentirse desanimado y decepcionado es natural y está bien reconocer nuestra tristeza y frustración.  Pero entonces deberíamos volvernos a Dios y decirle: “Sé que tienes el control de todo. Voy a confiar en ti.  Puede que no vea cómo puede salir algo bueno de esto, pero tú sí”.

Confiar en Dios ante la decepción ayuda a los niños a seguir adelante sin permitir que el fracaso percibido reduzca su autoestima.  La decepción es natural, pero asumir toda la responsabilidad (incorrectamente) sobre sí mismos puede generar sentimientos de insuficiencia.  Desmoralizarse impide que un niño sea abierto y receptivo a cualquier cosa que Dios le pida que haga a continuación.  En lugar de autocompasión, la confianza en Dios cultiva una creencia saludable de que, pase lo que pase, un Padre amoroso está a cargo y está listo para guiarnos.  Confiar en que Dios está a cargo nos quita el peso del “éxito” o del “fracaso” de nuestros hombros.  Dios no nos pide que siempre tengamos éxito, pero sí que sigamos orando, confiando y avanzando. 

El don de San Antonio para la predicación fue descubierto durante su estancia en el norte de Italia y, como dicen, el resto es historia.  No era la vida que había planeado, pero como suele ser el caso, Dios tenía planes aún mejores. 


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